
Que si Bruce Springsteen, que si Bob Dylan, que si U2, que si... el disco debut de estos chicos de Filadelfia (la ciudad del queso untable), Waggonwheel Blues, es una de las óperas primas alabadas por la crítica. A mi, ni fu ni fa. En consecuencia, el concierto no me transmitió mucho, así que entrar a valorarlo sería un poco absurdo.
Aún así, que no quede. Recomiendo una escucha al disco, y si gustan, pues oye, mira qué bien.
Animal collective:

Que Animal colective es un grupo difícil de escuchar es un eufemismo. Mejor decir directamente que me es imposible ponerme entero cualquiera de sus discos sin terminar queriendo invadir Polonia Baltimore.
Presentaron las canciones de su futuro disco y dejaron para el final el pequeño repaso de algunos de los temas de Strawberry Jam como Peacebone o Fireworks, alargada en directo durante más de 10 minutos. Si alguna vez vuelvo a verles en directo, que lo dudo, me encargaré de destrozar mis principios antidrogas y me meteré una pastilla, a ver si así logro alcanzar una especie de estado extrasensorial que me lleve a ver naves en llamas más allá de Orion.
Con grupos así, me pregunto si tanta devoción y entusiasmo del público no responde en gran parte a una pose o dogma modernil del estilo "me gustan porque me han de gustar". Quizás sea cierto que el mundo se ha llenado de gente con oídos entrenados para adorar fanáticamente este tipo de música, pero la intuición y la experiencia me hacen ser bastante escéptico al respecto.
Vive la fête:

Tras soportar estoicamente hora y media larga de Animal collective y reprimir mis ansias de invasiones ilegales, Vive la fête supusieron una especie de contrapunto caído del cielo.
Me encantan los grupos cuyos vocalistas tienen partes de su anatomía que ejercen una atracción hipnótica. En 2006, Paul Smith, de Maxïmo Park, se encargó de salir sin calzoncillos y con unos pitillos ajustadísimos, hipnotizándonos a todos con su paquete. En 2007, Els Pynoo, de Vive la Fête, hizo lo propio con sus tetas, pasando de sostenes y con una camiseta que potenciaba sus atributos. En ambos casos era absolutamente imposible mirar a otro lado.
Ayer Els no estuvo tan suelta con su delantera, aún así, su vestido de tiras dejaba adivinar a ratos sus pezones. ¡Si la censura americana se enterase! ¡La hecatombe! Aunque total... ¿no decían de esta mujer que terminaba en bolas en sus actuaciones en medio de una catarsis interpretativa? Que ahora simplemente le boten las tetas no debe suponer mucho para ella. Pero bueno, dejemos de hablar de mamellas, que va a quedar esto más soso que el Celebrities de Alaska.
Qué decir de un grupo que se llama Viva la fiesta que no resulte obvio. Pues nada, que da igual que sea difícil diferenciar unas canciones de otras, que da igual que su fórmula musical rockgóticoelectropopera esté más que gastada después de cinco discos... son la bomba. Desde el comienzo con el vals del Danubio Azul, hasta el final con la versión del Popcorn de Gershon Kingsley (y otra vez el Danubio Azul).
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