
El planteamiento, muy simple, a Antonio Banderas le dan el alta médica y judicial en el manicomio donde estaba internado, y se va a buscar a Victoria Abril, de la cual se enamoró cuando se la folló hace tiempo en una de sus fugas, para secuestrarla, obligarla a que se enamore de él y sacarla de la vida de prostitución y drogas en la que estaba metida.
Me es imposible no compararla con La ley del deseo, porque en ambas nos encontramos el mismo tipo de amor obsesivo y en ambas, además, el obsesionado es Antonio Banderas. Pero si en la primera los ires y venires de los personajes, y la presencia de más subtramas como la de Carmen Maura, hacen que al final el resultado sea un poco disperso. En Átame, precisamente la sencillez del planteamiento, el ir al grano, el centrarse en profundizar en ese amor obsesivo hasta las últimas consecuencias, es lo que hace que la película termine ganando.
Lo más sonado de esta película es que fue la primera tras el enfado entre Pedro y Carmen Maura, y la aparición estelar de Victoria Abril, que se convertiría en su nueva actriz fetiche. Y lo siento por Carmen, pero Victoria está magnífica, formando con Antonio Banderas una pareja con una química apabullante. La forma en la que ambos personajes, sobre todo el de ella, van evolucionando a lo largo de la película está interpretada a la perfección, en cada escena, cada pelea, el paseo por la calle, cuando le cura las heridas, el polvo, el pedazo de polvo... Y en como llega ese final, sin rodeos y con absoluta sencillez.
Quizás para muchos no lo sea, pero yo la tengo como una de las imprescindibles de Pedro, en la que supo volver a jugar con todos los elementos de su cine, pero quitándose unos cuantos clichés de encima.
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