
Harvey Milk fue el primer hombre abiertamente gay en ser elegido a un cargo público en California, y la manera en que Gus Van Sant ha llevado su biografía, o sus últimos 10 años de vida, a la gran pantalla es realmente interesante.
Algunas partes de la película se hacen un poco pesadas, las más centradas en los asuntos políticos, aunque claro, en la vida de una figura política, los ires y devenires políticos no son precisamente ignorables y son necesarios para explicar el personaje en conjunto.
A cambio somos testigos desde la butaca de las que serían las primeras manifestaciones por los derechos gays del mundo. Y a mi al menos, me pusieron los pelos de punta, viendo cómo hemos ido evolucionando, comparándo épocas, y siendo consciente de la pureza de la reivindicación de entonces, bastante diluida hoy en día a medida que hemos ido consiguiendo que nos reconocieran derechos. Eso en España, claro, porque en USA no andan muy lejos ahora de como estaban hace 40 años. Manifestaciones aparte, se tocan otros muchos temas, como la importancia de la visibilidad, el poder de tener un representante en el gobierno, o la constante lucha con los grupos conservadores homófobos, que siguen tan de actualidad hoy en día.
Con un Sean Penn magistral y un reparto tan bien interpretado como caracterizado, la historia se nos cuenta a modo de flashbacks, con el propio Harvey Milk haciendo de narrador a medida que graba en una cinta toda su historia para que sea escuchada en caso de morir. Tranquilos, que no os develo nada, dejan bien claro desde el principio como va a terminar la historia. Y aún sabiéndolo, el final es tan emotivo que te desborda.
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