
Adaptar una novela como Ensayo sobre la ceguera era una labor complicada. Llevar a imágenes las sensaciones que en la novela detalla el narrador es quizás la tarea más ardua, por encima de qué fragmentos incluir y cuáles desechar, qué cambiar y qué dejar intacto. Pero el trabajo hecho aquí con el guión de Don McKellar y la dirección de Fernando Meirelles son magníficos. Inteligentemente utilizan la voz del narrador al principio y al final del film, pero una vez avanza la trama, todo se centra en el punto de vista de la mujer del médico, único personaje que puede ver, interpretada por una magistral Julianne Moore, que lleva ella solita el peso de la película, al igual que su personaje lleva el peso de los ciegos que la rodean.
La ceguera consiste en una especie de neblina blanca y deslumbrante, aspecto que ha sido llevado a la perfección a la fotografía de la película, saturada de luz, contrastada al límite y prácticamente blanca, que añade aún más dramatismo a la historia.
Lo que queda, una historia de miserias e instinto de supervivencia, consigue transmitir perfectamente en imágenes lo que en la novela transmite el narrador con palabras. Lógicamente, muchos fragmentos se quedan fuera y otros tantos están adaptados, cambiados de orden, pero el resultado es impecable y el final igual de emocionante.
Iba con pocas esperanzas y salí del cine con la sensación de haber visto una de las mejores adaptaciones de una novela que he visto en mucho tiempo.
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