
Siempre que se habla de esta película, se habla de decepción, quizás porque su trama es un tanto compleja, contándonos una misma historia desde tres puntos de vista (realidad, relato y película), quizás porque el tema de los abusos de la Iglesia en la educación durante el franquismo es tratado por el director de una manera un tanto obsesiva, a pesar de haberse querido alejar para tratarlo lo más objetivamente posible (según palabras del propio Almodóvar), quizás porque el peso de la historia, el nexo de unión, recae en un anodino Fele Martínez. El caso es que La mala educación es una película que hay que ver dos o tres veces para superar el primer obstáculo de lo enrevesado de su trama y poder disfrutarla en otros aspectos.
Otros aspectos como la interpretación de Gael García Bernal, con uno de los papeles más complicados de su filmografía, interpretando a un personaje que cambia completamente de registro en función de si es Zahara, Ángel o Juan, añadiendo un perfecto trabajo del acento. Personaje que nos trae las ya clásicas reinterpretaciones de sí mismo que hace Pedro de un tiempo a esta parte en sus películas, juntando en Zahara lo mejor de Letal de Tacones lejanos y el histriónico vestuario de Andrea Cara Cortada (el personaje de Victoria Abril en Kika). Reinterpretaciones incluso muy cercanas en el tiempo, con un desbordante Javier Cámara que a falta de Agrado/Antonia San Juan, demuestra su capacidad de meterse en personajes tan dispares como el Benigno de Hable con ella o la Paca de La mala educación.
Siguiendo con los actores, muy destacable es también la actuación de Daniel Giménez Cacho, interpretando a un Padre Manolo en el relato y la película que rebosa expresividad, en especial en la escena en la que Ignacio canta una canción en el cumpleaños de uno de los curas.
Pero aparte de las actuaciones, lo verdaderamente disfrutable de esta película es, en primer lugar, la perfección técnica con la que está filmada, en la que Pedro parece haber alcanzado una madurez total, de la que ya hizo gala en Hable con ella, consiguiendo que cada plano sea un tratado estético. Y en segundo lugar, la historia en sí, con un trabajo muy bueno de guión detrás, separando con maestría las tres historias dentro de la película, sabiendo darle los matices correctos a cada parte, saltando de la nostalgia del relato, a lo más caricaturesco en la película dentro de la película, y terminando con el decadente panorama de la realidad, donde se nos muestran las verdaderas consecuencias de esa infancia, retratando unos personajes perdidos en su soledad, obsesionados con sus traumas y abandonados a sus pasiones más oscuras.
En definitiva, las espectativas, la frialdad de los personajes y lo enrevesado de la trama, son sin duda tres factores que en su día jugaron en contra de una película a la que hay que volver al cabo de un tiempo para descubrirla.
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