El quinto hijo · Doris Lessing
Sartre 16.2.08
No sé cómo se me ocurrió prestarle esta novela de Lessing a mi tía diciéndole que el carácter del niño de la novela (el quinto hijo) me recordaba un poco al carácter de su hijo cuando era pequeño. Mi tía me había hablado tantas veces del carácter huraño de su hijo, aquello de que no dejaba que nadie le hiciera carantoñas en los mofletes o le susurrara palabras cariñosas siendo un renacuajo. Nada que ver con su otro hijo, decía, todo alegría y mimos. Decidí prestarle esta novela (entre nosotros se ha pactado este intercambio cultural fortuito) y le dije que tal vez le parecería graciosa la similitud entre realidad y ficción.

Cuando la leyó con toda la ilusión de poder reconocer de algún modo a su hijo, puso el grito en el cielo y con razón, porque El quinto hijo no es más que una parábola sobre cómo un niño huraño con apenas rasgos humanos (y de ahí que ella dijera que ese engendro no se parecía EN NADA a su hijo, que cómo se me había ocurrido) puede destrozar una familia feliz.

La primera parte de la novela es fabulosa. La evolución de la relación entre Harriet y David que surge de la nada, la llegada de cada uno de los hijos, que va trayendo más y más alegría a la casa y el cambio paulatino que va sufriendo el núcleo familiar conforme se acerca la inminente llegada del hijo en discordia. Sublime. Lo que me ilusionó concretamente de esta novela y en general de haber retomado a Lessing después de tanto tiempo (cuando la leí por última vez todavía no le habían dado el galardón) fue precisamente esto: este comienzo de cuento de hadas y el contraste que después se produce. La angustia de Harriet al atravesar el doloroso embarazo (tan diferente a los demás), las palabras subidas de tono de David, que siempre había sido tan paciente y cariñoso con ella, el trasiego de emociones que se produce entre los personajes, el miedo, el compromiso a cuidar del hijo a pesar de todo...

El último tercio de la novela, no obstante, acabó cojeando. El primer tramo era prometedor pero después se fue desinflando poco a poco. De drama pasa un poco a relato de ciencia ficción. Como lector uno se está preguntando continuamente a lo largo de la novela qué es lo que le ocurre a Ben (el quinto hijo) para ser así, cómo pudo adquirir esa fuerza, ese mal humor, ese odio congénito, y qué repercusiones tendrá finalmente sobre el seno de la familia, pero a esta pregunta uno sólo acaba recibiendo una respuesta mediocre.

Y lo malo es que la mediocridad se extiende a lo largo de otra novela que es la segunda parte de ésta: Ben en el mundo. La compré por curiosidad, por ver si mejoraba la cosa, pero el disgusto fue mayúsculo. Ésta sí que era una historia absurda de ciencia ficción, donde intentan secuestrar a Ben para hacer experimentos con él y encuentra el amor en una prostituta y bla bla... nada que ver con el tono de El quinto hijo. Por supuesto, ni se me ocurrió prestarle esta segunda parte a mi tía.

La moraleja de todo esto es que pude definir mejor la vertiente que prefiero de Lessing: la más emotiva, la que se encuentra en los cuentos de Historias de Londres, o en las novelas La buena terrorista y Diario de una buena vecina.

Dentro de poco abordaré otra que lleva años en el estante y que promete (la sinopsis no tiene nada de ciencia ficción): De nuevo, el amor, la historia de amor de dos viejecitos.

Veremos cuán empalagosa es...

Comentarios (1)

Anónimo dijo...
Ummm, ¿me lo prestas? :)

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