Ha formado parte de las listas de los mejores discos nacionales del 2008, así que me deshice de los prejuicios nacionales que suelen lastrarme, y me dispuse a escucharlos.

Ahora me arrepiento de haber esperado tanto.

Pop y rock con una actitud punk que recuerda a la famosa y trillada movida madrileña. Famosa y trillada, pero ahí está dando que hablar cada dos por tres más de 20 años después.

La voz de Ariadna, las letras y el sonido maquetero y amateur que conservan, bien porque quieren, bien porque no pueden tocar ni sonar mejor, empastan a la perfección y crean una atmósfera perfecta. Con ese sonido y esa voz, pero sin esas letras, sería un disco para tirar a la basura, y esas letras cobran aún más sentido con ese sonido. Lo suyo, más que análisis social, es tajazo y destripe sin compasión.

Al himno instantáneo en la noche madrileña que es Dos policías, se le unen genialidades costumbristas como Querido Alberto, que destila una mala leche sin igual, la misma que se nos pone a todos cuando nos acaban de dejar y vemos a la típica pareja haciéndose arrumacos; genialidades surrealistas como Fondo de armario, Maricas o Ciudad Infernal, con frases míticas una tras otra; genialidades protesta como Fin del mundo, Accidentes o Lo natural. Pero sin me tengo que quedar con una, sin duda me quedo con Pinta de tarao.

Oye, yo he venido en coche,
puedo llevarte a casa,
no hace falta que pases toda la noche ahí sentada,

Ya sé que no me conoces,
no me conoces de nada,
ya sé que parece una propuesta descarada.

Pero mira qué derroche,
no me cuesta nada,
borra ese gesto triste y seco de tu cara.

Ya sé que las chicas por la noche están asustadas.
pero, ¿tengo yo pinta de tarao?
¿Tengo yo pinta de tarao?
¿Tengo pinta de empezar a hablar
y perder el control y mirarte mal,
taparte la boca, rasgarte la ropa,
guardar tu cadáver en el desván,
coleccionarte, saborearte,
hacerme un traje con algunas partes?
¿Tengo yo pinta de tarao?

Sin palabras.

El disco se hace monótono en las primeras escuchas, es uno de esos discos que yo llamo "de gusto adquirido", es decir, que hay que pararse, degustarlo, escucharlo, otra vez, hasta que llega un punto en el que ya no puedes escapar de las letras y deseas verles en concierto para berrearlas todas a coro con el resto del público.



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