Los detectives salvajes · Roberto Bolaño
Sartre 19.1.08
Puestos a poner semejanzas:

1. Si hace unos cuantos años un buen puñado de personajes variopintos y un poco locuelos (Horacio, Gregorovius, Etienne, Babs,...) intentaba atrapar la esencia de La Maga que siempre acaba perdiéndose por los rincones más recónditos de París, ahora le toca el turno a Cesárea Tinajero, la siempre ausente y brillante poetisa a la que todos persiguen como locos en Los detectives salvajes.

2. Cortázar creó el denominado Club de la serpiente. Bolaño crea ahora los real visceralistas, un grupo de poetas mexicanos con unas pautas comunes y con una sed grotesca por romper las normas de la poesía mexicana (abanderada entonces por Octavio Paz). Lo curioso de todo es que este grupo existió con otro nombre (los infrarrealistas) en el entorno de Bolaño.

3. La novela de Cortázar hace un tándem entre dos escenarios principales: Argentina y París. Con Bolaño el abanico se expande hasta el infinito enriqueciendo el texto. Los detectives persecutores de Cesárea se pasean por las calles de Barcelona, Managua, Roma, Tel-aviv... un sinfín de lugares a cada cual más singular, con sus costumbres y rarezas, atmósferas de fondo para una cantidad desmedida de historias insólitas.

Puestos a olvidar las semejanzas:

No podría decir cuál de las dos novelas es mejor (uno siempre le guarda amor y veneración a Julio, es inevitable), pero sí podría decir que Los detectives salvajes está muy a la altura de Rayuela.

Algunas de las historias contenidas en la novela son fabulosas, dulces, emotivas (sobre todo las que provienen de voces femeninas), otras cómicas, otras dolorosas (cuando el personaje de Piel Divina...). En general, recuerdo con especial cariño dos cómicas que me llamaron mucho la atención: en una dos personajes rechazan el tabaco de un policía cubano con cierto desdén y chanza (el diálogo es para soltar carcajada) y en otra uno de los detectives reta a una lucha de sables a un crítico literario que, a pesar de no haberle hecho una valoración a su novela, el detective sabe sin duda que no va a ser positiva (el jaleo que se monta alrededor del reto es fabuloso, cada uno con su propio padrino y citándose en una playa desierta a una determinada hora).

Hay otra escena (no cómica) que también me gustó mucho y de la que dejo un pequeño extracto al final. La leí en un vagón de tren y tuve que acurrucarme un poco más en el asiento. Ocurría en un sofá en Tel-Aviv.

Confieso que al principio era un poco reticente al tono adoptado en la novela: no sabía si encasillarla como una novela de misterio, una novela cómica o de personajes. Se me escapaba el objetivo perseguido por Bolaño. Diferentes testimonios que iban desfilando por la novela, una gran cantidad de puntos de vista formando una especie de mosaico de Ulises Lima y Arturo Belano (así se llaman los dos detectives salvajes), y yo como lector entre medias, resistiéndome a ir en la dirección sugerida por el autor. Tras las reticencias iniciales y tras ceder al ritmo de la novela, fue cuando más empecé a disfrutarla (a un número exagerado de páginas por día).

A quien la lea (con paciencia y degustándola) le aseguro que no se arrepentirá.
Una noche, mientras cenábamos, me puse a pensar en Ulises y casi sin darme cuenta derramé unas lágrimas. ¿Qué te pasa?, dijo Claudia. Contesté que si Ulises se enfermaba no iba a tener a nadie que lo cuidara, como ella y Daniel me estaban cuidando a mí. Después les di las gracias y me derrumbé. Ulises es fuerte como un... jabalí, dijo Claudia y Daniel se rió. La observación de Claudia, su símil, me hicieron daño y le pregunté si estaba insensibilizada contra todo. Claudia no me respondió y se puso a prepararme un té con miel. ¡Hemos condenado a Ulises al Desierto!, exclamé. Oí, mientras Daniel me decía que no exagerara, la cuchara, que los dedos de Claudia sostenían, golpeando y removiéndose en el interior del vaso, desplazando el líquido y la capa de miel y entonces ya no pude más y le rogué, le supliqué que me mirara cuando le hablaba, porque estaba hablando con ella y no con Daniel, porque quería que fuera ella la que me diera una explicación o un consuelo y no Daniel. Y entonces Claudia se volvió, puso el té delante de mí, se sentó en su sitio de siempre y dijo qué quieres que te diga, me parece que estás desvariando, tanta filosofía te está afectando el entendimiento.

Comentarios (0)

Publicar un comentario:

Borraremos cualquier comentario que se pase de la raya, así que si has venido a tocarnos las narices o a llenar esto de spam, no te va a servir de mucho.

Creative Commons License

Todos los artículos de esta web están protegidos bajo la licencia Creative Commons especificada.

Si los utilizas, debes citarlos indicando claramente el autor del artículo, el nombre de la web (Superdémodé) y un enlace a la dirección del artículo en concreto.

Gracias.