Los cuentos de este libro son unos bocaditos de realidad tremendamente sabrosos. Como tomar un poco de queso y acompañarlo con una copa de vino. Perfectos para leer en la playa.
Están escritos de una forma tan dulce que es imposible no caer prendado a la primera de ellos. Resistirse a su encanto es como desobedecer el mandato de un flautista de Hamelin que ya nos ha hechizado y nos tiene cogidos por los huevos.
Era harto difícil que Bolaño no supiera moverse bien en las distancias cortas si Los detectives salvajes estaba repleto precisamente de distancias cortas, si cada pasaje era como un cuento cerrado y con entidad propia.
Llamadas telefónicas se estructura en tres bloques. El último cuento de cada parte da nombre al bloque.
A mi entender, el último bloque es, con diferencia, el mejor de los tres. Todos los cuentos del bloque se salvan, siendo el último de todos ("Vida de Anne Moore") un auténtico colofón para cerrar el libro y quedarse con ganas de más. Todo este bloque creo que contiene los argumentos más suaves y reales, los de andar más por casa, los que se alejan un poco de la ética borgiana de tintarlo todo de histórico. Este tipo de argumentos son los que más me gustan: argumentos de personajes donde la relación establecida entre ellos genera tremenda cosecha de emociones.
Del primer bloque salvaría "Una aventura literaria" y "Llamadas telefónicas" tanto por la parquedad de palabras que emplea el autor para montar en seguida un argumento sencillo a la par que inquietante como por la belleza de las historias.
Del segundo bloque extraería con pinzas "William Burns". Me parece el más prometedor porque está montado como una especie de cuento de misterio asfixiante, generando en el lector una angustia que ni siquiera es capaz de definir.
En resumen, necesito más Bolaño en mi vida. O muero.
El siguiente será: Putas asesinas, otro compendio de cuentos.
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