Chesil beach · Ian McEwan
Sartre 9.5.08
Ian McEwan es de esos escritores que tampoco es que cuenten grandes historias pero que embelesan por su técnica narrativa. Tiene una manera ágil de meterte en la historia que quiere contar. Cuentista seductor a más no poder. No sé por qué siempre lo he comparado un poco con Paul Auster (salvando las distancias), aunque McEwan me parece más intenso, menos superficial que Auster, sabe contar bien un cuento pero además le añade esa carga emotiva de la que el otro autor carece a veces.

Me estrené hace tiempo con él leyendo Expiación y me apasionó. En realidad debería decir que me apasionó la primera parte porque el resto me dejó un poco indiferente: creo que la novela se iba desinflando progresivamente. Sin embargo, el sentimiento general que me quedó es bastante positivo. Y sabía que tenía que repetir con este autor.

Las novelas de personajes me pirran. Y sobre todo cuando se forman puzzles de emociones y unos personajes interactuan con otros y se producen situaciones tensas o apasionadas. No hace falta irse a grandes escenarios o viajes o aventuras para que ocurran cosas en una novela. Dentro de un hogar puede generarse un vendaval de emociones sin mover un dedo. Puede generarse una gran cantidad de material con sólo dos personas sentadas ante una taza de té. Esta novela tenía todas las cartas para convertirse en una novela de este tipo. Cuando leí la primera parte (que es la única que me gustó, repito) me recordó mucho al tono de Las olas de Virginia Woolf y, de hecho, dicha referencia está en el interior como una especie de presagio.

Después probé Sábado, que leí de una sentada. Y también me gustó aunque menos que Expiación.

Y ahora llega Chesil Beach. El paréntesis de tiempo empleado en la novela es muy similar al de Sábado: todas las cosas importantes de la novela ocurren en veinticuatro horas. En este caso, el escenario es la noche de bodas de dos tortolitos y lo que ocurre cuando se acerca la hora de acostarse juntos.

De esta novela me quedo sobre todo con la forma en que se van matizando los personajes conforme conocemos detalles de sus historias personales. La voz pasa de uno a otro en sucesivo relevo conforme ocurren situaciones en la noche de bodas. Siempre tiene uno la sensación de estar deshojando diversas capas para acceder a un núcleo más intenso, comprimido.

Lo que menos me gusta es el cierre de la novela, a mi entender demasiado rápido y fácil. Ocurre como en las películas que se cortan de repente y te dejan con un palmo de narices para darte en seguida detalles rápidos de lo que pasó con las vidas de personajes en una serie de resúmenes.

En resumen, balance positivo de nuevo, aunque el final no sea adecuado, como en Expiación. Seguiremos intercalando clásicos y autores de mayor peso con la frescura de McEwan.

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