Queridas lectoras, me dispongo a inaugurar hoy, en esta bonita mañana, la sección nododémodé, con un bonito fenómeno que ocurrió hace ya más de 10 años y que supuso un antes y un después para la historia estilística de este país.

Los 90 estaban llegando a su fin, y hacía tiempo que los pantalones de campana habían vuelto para el mundo femenino. Cada vez con formas más exageradas, bajos acampanados que tapaban por completo el pie (patas de elefante, los llaman), y cada vez más ajustados en el muslo, el diseño de estos pantalones, que ya habían sufrido su evolución en los 70, volvían a evolucionar de la misma manera, para gozo de las adolescentes modernas y asombro y nostalgia de sus padres y madres.

Lo extraño es que, así como ocurrió en los 70, el renacer de las campanas no hubiera dado el salto también en los 90 al público masculino. Pero entonces llegaron las marimodernas y lo arreglaron. Lo que al principio fue un “me encantan las campanas de mi amiga Amparito y yo he de tener unas iguales”, pasó por un “soy tan maricón que me compro los pantalones de chica en Bershka”, y llegó definitivamente a un “por fin los señores de Inditex se han dado cuenta y se han puesto a vender como churros pantalones de campana para chico”. De repente, no sólo se llenaron de campanas los marizaras, los maripullandbears y los marispringfields (que no son de Inditex, pero casi), no, lo mejor fue que al fin Bershka decidió hacer un rinconcillo en sus tiendas para “ropa de chico” y todas las maris de España encantadas de la vida.

En el fondo, el fenómeno campanero siguió el curso normal que suelen seguir las tendencias. Primero se lo ponen las mujeres, luego las marimodernas, luego las maris en general,… al final, al cabo de uno o dos años, un hetero decide atreverse, y después de unos meses, todos los heteros terminan acampanados, cuando la tendencia está más-que-mega-superdémodé.

El caso es que paralelamente a a causa de este fenómeno, se dio uno totalmente sorprendente, y es que, aunque faltaran aún unos añitos para que naciera el bakala.org, una revolución marica se gestaba en lo más profundo del submundo bakala.

Yo creo que todo esto pasó porque los bakalas decidieron amariconarse con las campanas, y siguieron con las licras, las mechas, las crestas… lo cual provocó que todos esos maricas bakalas armarizados y reprimidos decidieran romper las puertas de sus armarios con sus botas de bola de acero y reivindicaran la estética bakala como propia.

Ya sabéis, aquella estética que empezó con las Bombers con esos Bulldogs bordados, y que pronto dejaron paso a las Alphas dos tallas más pequeñas, las camisas Lonsdale a cuadros, los suéters de Tommy para los más pijos, la ropa de Scottish Clan, Bad Boy… o las famosas botas de bola de acero que servían para pegar palizas o reventar cabezas y que venían con la leyenda urbana incluida de que si te pasaba un coche por encima, el borde de la bola te cortaría los dedos del pie. Por no seguir con las cadenas de oro, los sellos, los pantalones de chándal adidas de botones, las Nike Air Max, las gorras, los pelo cenicero…

El caso es que por primera vez en la historia, una tendencia surgía del mundo hetero masculino más chungo para terminar siendo adoptada por el marimundo. Y así, el mundo se volvió loco… los heteros parecían cada vez más gays, la metrosexualidad se puso de moda… y por su parte, de repente te encontrabas con un grupo de bakalas de frente, te cruzabas de acera y agachabas la cabeza “por si acaso” y va y resulta que todos erais de la misma acera.

Más de 10 años después, el fenómeno bakala sigue, aunque bastante diluido, no en vano bakala.org se ha llenado de todas las petardas que invaden todas las páginas de contactos, y encontrar un bakala auténtico es una árdua tarea. Y si en plan nostálgico, aún echáis una lagrimita de vez en cuando recordando lo maravillosos que eran los pantalones de campana, no os preocupéis, que vuelven. Si queridos, si, ya se los han empezado a poner las típicas cutrefamosillasmodernas de turno, así que como a Inditex le de el punto, nos volvemos seventies del potorro en dos días de nuevo.

Deseando estoy de que vuelvan de verdad para ponérmelos ponerlos a caldo.