Orgullo y prejuicio · Jane Austen
Sartre 28.5.08
¡Cuántas escritoras hubo adelantadas a su tiempo!

Virginia Woolf, las hermanas Brontë, George Elliot... Lo que ocurre en la mayoría de las ocasiones es que, al abordarlas, somos incapaces de observar (si no es con enciclopedia en mano) el contexto histórico en el que se sitúan sus novelas y el talento que desbordan precisamente por su originalidad y el modo en que introducen un espíritu de cambio en la conducta de la época. A esto hay que añadir que a día de hoy estamos absorbidos por un presente donde todo ha sido descubierto y hay pocas cosas por tanto que nos sorprendan ya. La técnica del flujo de conciencia (abanderada por Woolf), sin ir más lejos, es un claro ejemplo de lo que hoy en día consideramos cotidiano en literatura y que no supone para nosotros novedad alguna.

Pero ¿qué ocurriría si cogiéramos todas esas obras, hiciéramos un viaje al pasado y las leyéramos en el momento en que fueron publicadas? ¿Cómo se sentiría una dama de clase media al leer esta novela de Jane Austen?

Pues no sé cómo se sentiría pero yo, que vivo totalmente en el presente y apenas tiro de enciclopedia y me importa a veces un comino los contextos que rodean una obra volviéndome con ello un maldito ignorante, he quedado absolutamente prendado de este novelón.

En la anterior reseña mencionaba que a veces no es preciso demasiada acción (entendida como movimiento o aventura o viaje) para que una novela me embelese. Tan sólo un par de personajes aquí y allá, un poco de pimienta y ciertas situaciones emotivas que inviten a la reflexión me resultan suficiente. El enganche está asegurado.

Jane Austen se sirve en este caso de un matrimonio de clase media, cinco hijas (cada una con cierto carácter) y la imposición impuesta por la época de conseguir un marido con una dote más que suficiente para mantener a toda la familia. Con estos pocos elementos, Austen forma un entramado maravilloso, un auténtico deleite para los sentidos.

¿Y qué la hace definitivamente tan buena? La respuesta es bien sencilla: ¡los diálogos! Esta obra engancha sobre todo por sus diálogos. Así. Sin más. Mientras se mantiene la compostura y las damas toman tacitas de té sacando el meñique y mirándose de soslayo en las fiestas, las conversaciones que mantienen los personajes son auténticas ollas en ebullición. Sobre la superficie todo parece calmado y normal. Bajo la superficie explotan pasiones y tormentos. Se despiertan posos de rencores y amores indomables.

Orgullo y prejuicio es un clásico que no hay que perderse. Iguala o supera la talla de Cumbres borrascosas de Emily Brontë.

Y como guinda del pastel, recomendaría además ver la película (versión 2005). Magnífica adaptación.

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