Ágora · Alejandro Amenábar
Gonzalo Fernández 19.10.09
Desde que Amenábar empezó a ser uno de esos directores "que hay que ver porque sí", he de reconocer que le he cogido un poco de manía, hasta el punto de convertir mi negativa de ver Mar adentro en una especie de cruzada personal. El caso es que acudí al cine con muy pocas expectativas y esperándome una película lenta y sin chicha, vamos, un puto coñazo.

Me encanta equivocarme, porque lo que me encontré es una película histórica sobre las matemáticas, la astronomía y la religión a partes iguales, de las que te hacen reflexionar y que muestra un momento de la historia, licencias históricas aparte, muy interesante.

Quizás el tratamiento de las religiones sea un poco maniqueo, pero aunque los cristianos ofendan a tomatazos, son los paganos los primeros que atacan con contundencia para honrar a sus dioses, y al final se entremezclan paganos, cristianos y judíos en medio de una lucha de poder en la que más que una crítica al cristianismo, se hace una crítica a todas las religiones y se las presenta simple y llanamente como lo que son: una forma de controlar al pueblo. Al fin y al cabo, por muy mal parada que salga la religión cristiana, no hay que olvidar que también se nos presenta a los paganos, a la misma Hipatia, como gente que tiene esclavos considerados como inferiores a todos los efectos y a los que lo mismo se les protege que se les veja arbitrariamente si no obedecen a sus amos.

Aunque si algo me ha apasionado de esta película, es la lucha constante de Hipatia contra sus propias convicciones en la búsqueda de una explicación a sus observaciones astronómicas, lucha que lo mismo se aplica a la astronomía, a las religiones y a su forma de vida en general. Una oda a la razón que tiene su clímax cuando, acosada y acusada de atea por los líderes religiosos de uno y otro bando, afirma rotundamente con un "Yo creo en la filosofía".

Es apasionante ver como logra descifrar que los planetas siguen una órbita elíptica alrededor del Sol, para explicar que veamos el Sol más grande o más pequeño según la época del año. La escena en la que dibuja una elipse con tres palos y una cuerda es sencillamente sublime. Es apasionante ver como por aquel entonces ya había quien dedicaba su vida a luchar contra lo establecido, contra los dogmas religiosos, las escrituras, y se replanteaba aquello en lo que creía, pensando que quizás estaba equivocada. Es apasionante ser consciente de la ignorancia que había entonces acerca del mundo que nos rodea y como en 1.600 años hemos avanzado tanto y tan poco a la vez.

Amenábar utiliza sabiamente, aunque abuse del recurso un poco, unos travellings increíbles que te llevan de la escena más íntima a un plano general de la Tierra, quizás para hacernos ver que en el fondo lo que les ocurre a unos pocos humanos en la Alejandría del 400 d.C. no es nada, que no somos mas que puntos diminutos dentro de otro punto diminuto en medio de la nada, y que todo es tan absurdo o tan importante como queramos hacerlo. Lo mismo que sabe utilizar la imagen para comunicar, cuando en la destrucción de la biblioteca de Alejandría, en un movimiento de cámara, gira la imagen 180º, los cristianos destruyen años y años de sabiduría escrita.

El resto, detalles sin importancia o con toda la importancia que tienen los aspectos técnicos en una película histórica. 50 millones de euros bien gastados en trajes, decorados, ambientación, infografías, y en el caché de una Rachel Weisz que le da una credibilidad absoluta a su personaje, rodeada de un elenco de actores más o menos correcto.

Y sí, la película tiene fallos. El salto temporal a mitad de película podría haberse resuelto de otro modo, con una voz en off que leyera los largos textos sobreimpresos, por ejemplo, demasiado rápidos para mi, que me quedé a mitad de leerlos en dos ocasiones. Que el final está muy calculado para sacar la lágrima al espectador, con esa serie de flashes mientras Davo termina con la historia, pero... ¿había otra manera de hacerlo? ¿Acaso no es un recurso bien utilizado en ese momento? ¿Acaso había una manera mejor de expresar con imágenes lo que pasaba en ese momento por la cabeza del esclavo mientras le daba un digno final a su ama antes de que llegasen las piedras? Que me tache de simplista quien quiera, pero el final de la película me pareció perfecto dentro de su intención.

No voy a ser yo quien diga que estamos ante el Spielberg o el Kubrick patrio, pero Amenábar empieza a ser uno de esos directores que saltando de género en género, logra hacer un cine para todos los públicos con ese "algo más" que sólo unos pocos saben hacer.

Comentarios (2)

Anónimo dijo...
He aquí un buen ensayo sobre Hipatia que arroja mucha luz sobre esta figura histórica; y pone de paso en entredicho lo que nos cuenta Amenábar con sus 50 millones de 'razones'...:
Teclea en Google "Las mil muertes de Hipatia".
coque dijo...
a mí me apetece verla. me gusta cómo cuenta las cosas amenábar, a pesar de que mar adentro no me gusta.

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