Pierre es un exbailarín de una sala de fiestas (el Moulin Rouge, el Lido,... no se sabe cuál) al que le diagnostican un problema en el corazón bastante grave que hace necesario un trasplante de corazón con bastante riesgo. Ante la perspectiva de poder morir y con la obligación de mantener un reposo absoluto, se refugia en casa y dedica el día a mirar desde su ventana a la gente que pasa, mientras su voluntariamente solterona e independiente hermana Élise se instala en su casa con sus tres sobrinos, para poder cuidarle.
Esta es la excusa de partida para desarrollar una interesante película coral en la que se enlazan historias y personajes a partir de la gente que pasa por la calle bajo el balcón de Pierre. Una estudiante que vive en el edificio de enfrente, toda una lolita que tiene obsesinado a su profesor, el cual a su vez ha perdido ha su padre recientemente y tiene un hermano con el que mantiene una relación un tanto peculiar. Un vendedor de frutas del mercado donde compra Élise, que trabaja con su ex-esposa, una mujer independiente que no duda en flirtear con los tenderos de los puestos del mercado a pesar de los celos de su ex-marido. Un inmigrante ilegal que deja su trabajo de vigilante en la piscina de un lujoso hotel de Camerún y se enrola en el largo viaje que le llevará hasta la capital francesa, en busca de su hermano y de una de las clientas pijas del hotel con la que mantuvo algo más que una amistad. La arisca dependienta de la panadería en la que compra Pierre y su nueva y flamante empleada "la morita"... y otros tantos personajes secundarios, cada uno con sus problemas y que llevan sus vidas como buenamente pueden.
Cierto es que basta que la trama de una película suceda en París, para que a mí se me caigan las bragas tenga unos cuantos puntos ganados de partida, y es que París siempre ha ejercido en mí una especie de inevitable efecto magnético. Aunque cierto es, también, que la trama a ratos se hace un tanto pesada e inconexa, saltando sin demasiado tino de una historia a otra. Pero pasado el bache central, la película vuelve a tomar fuerza hacia el final y el director sabe cerrar bien cada trama para hacer de la película algo más que una sucesión de momentos sin más, y poner a la ciudad de París como un personaje más que engloba al resto.
Mención aparte merece la banda sonora, disponible en Spotify, que cuenta con la aparentemente ya clásica colaboración de Kraked Unit en las películas de Cédric Klapisch, que en esta ocasión aporta el tema principal y otros cinco temas de downtempo con mucho del ya mítico french touch, recordando a lo que en su día hicieran gente como Rinôçérôse, Llorca o St. Germain; además de otra serie de temas clásicos del rock internacional y del panorama musical francés, que aparecen en alguna de las escenas clave de la película.
Si os gustan las películas corales y os gusta París, no podéis perdérosla.
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