Casi dos años después de Juno, llegó a nuestras pantallas la tercera película (aún no he visto Gracias por fumar) de Jason Reitman como director. Y hace unas semanas tuve la oportunidad de verla en las sesiones dobles de reestreno del Cinestudio d'Or.
La película cuenta las peripecias de Ryan Bingham (George Clooney) y Natalie Keener (Anna Kendrick), dos empleados de una empresa dedicada a despedir a trabajadores de otras empresas (sí, eso existe). Natalie es una recién llegada a la empresa que tiene la intención de cambiar el modelo seguido a hasta ahora y realizar las entrevistas mediante videoconferencia, para así abaratar costes en billetes de avión (de ahí el título), estancias, etc.; Ryan el veterano especialista de la empresa, se rebela ante tal idea y para solucionar el conflicto ambos se embarcan en una especie de viaje mentor-aprendiza.
La película se mueve a medias entre el drama y la comedia, como la vida misma, y llega precisamente en el momento oportuno, en medio de una época de crisis económica mundial en el que los despidos son el pan nuestro de cada día. Aunque en realidad, todo el tema de los despidos no es sino la excusa para contar la historia de Ryan, un hombre con miedo al compromiso que se ha fabricado a su alrededor una realidad de vuelos, hoteles y encuentros esporádicos que le sirven de coraza para no empatizar demasiado con nadie, a modo de entrenamiento o quizás como consecuencia de la frialdad que ha de mantener bajo la fachada de amabilidad y comprensión que ha de mostrar en su trabajo.
En el fondo es una película sobre los grandes temas de la vida, la madurez y la inmadurez emocional, los miedos, la coherencia, las traiciones propias y ajenas, y toda esa maraña de sentimientos que vienen y van en las relaciones con otras personas.
Si a esto además se le une unas magníficas interpretaciones de George Clooney, Anna Kendrick y Vera Farmiga (completando el triángulo de protagonistas y dándole un tremenda credibilidad a su personaje como Alex Goran, la versión femenina de Ryan); y también, una maravillosa fotografía y un exquisito uso de planos aéreos, primeros planos, travelings... no queda más que quitarse en sombrero de nuevo ante Jason Rietman, que esta vez ha tomado las riendas completas como director y guionista para adaptar esta novela de Walter Kirn (2001), y que se convierte, si no lo era ya, en uno de esos directores a tener muy en cuenta en el futuro.
Publicar un comentario:
Borraremos cualquier comentario que se pase de la raya, así que si has venido a tocarnos las narices o a llenar esto de spam, no te va a servir de mucho.