Cuando alguien le pregunta a P qué autores le gustan, ambos contestamos al unísono y sin dudarlo Françoise y nos reímos al segundo.
Cuando llamo a P por teléfono, a veces le digo cómo va, Françoise.
En su cumpleaños, que fue por octubre, le regalé una botella de Bombay Sapphire y tres novelitas cortas de Sagan que me salieron por una ganga. Yo me quedé con un par más.
Y hace poquito decidí leer una de esas dos: Los violines a veces hacen estragos. La segunda vino inmediatamente después: El caballo desvanecido. Ahora P tiene la primera en sus manos. Se la presté. Después hemos quedado que ella me prestará Las maravillosas nubes y seguiremos con este enredo de novelas hasta el infinito.
A ambos nos cautivó su obra más emblemática: Buenos días, tristeza. P la leyó en verano. Y yo no recuerdo cuándo. Pero la emoción fue similar para ambos. Escritura sencilla y emotiva. Una historia que toca la fibra.
Desde ahí la obsesión siguió con el resto de novelas. Las dos que yo tenía y leí son dos obritas muy cortas de teatro con unos diálogos y una caracterización de los personajes muy aguda. Pero si todavía no habéis empezado con Sagan, P y yo os recomendamos encarecidamente que empecéis por Buenos días, tristeza.
A ver si después sois capaces de plantaros...
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