Castillos de cartón cuenta la historia de un trío amoroso entre dos chicos y una chica, estudiantes de Bellas Artes, en la década de los ochenta en España. Así de primeras, pinta bien, una de esas historias de despertares y revoluciones sexuales y extrañas dependencias emocionales que pueden ir de situaciones paradisíacas a infiernos sentimentales en un abrir y cerrar de ojos.

Pero el resultado termina desinflándose a medida que la historia avanza, y los conflictos de los tres protagonistas terminan aburriendo y repitiéndose, en lugar de llegar a tocar la fibra del espectador y entusiasmarle, entremezclando con las situaciones sentimentales una serie de reflexiones artísticas que más que añadir, quedan un tanto fuera de la historia, introducidas sólo para justificar un final que de trascendente queda un tanto ridículo y sin sentido, no quedando claro si la finalidad de la historia era hablar del amor, el sexo, el arte, o todo a la vez en un pastiche mal conectado.